La vida nos inventó para disfrutar de una vibración y un planeta en el que somos invitados de honor. Llegó el momento de hacernos cargo de las huellas que dejamos. La humanidad ya está lista para empezar a cuidar más y mejor. La hora universal marca la decisión de dejar de imponer nuestros deseos, como especie desconectada de la natura, provocando desequilibrios. Habla planetaria es el poder de la palabra futura. Hablar, dulce hablar. Necesitamos responsabilizarnos sin pestañear. Si el planeta hablara, diría que le debemos mucho amor. Devolvámosle la pureza al aire, al agua y a la sensibilidad, antes de que la chispa divina cuelgue un cartel en la Tierra anunciando: “Cerrado por no saberse usar”. Estos poemas son un homenaje a la magia, el alma y la consciencia de todos los seres vivos. Arte conceptual convertido en un emocionante viaje interior, gracias a una intuitiva nave musical, que nos conducirá a todo tipo de paisajes: desde las sombrías ciénagas egoicas, hasta los rayos del sol. Imágenes dibujadas con infinitos matices. En cada escucha, en cada trayecto, podemos sorprendernos captando un significado más. Como dice la canción “vas a tener que venir muchas veces, para poder llegar. Eso define un sitio sagrado”. Las poesías tienen sus secretos alquímicos, como las vidrieras de una catedral, coloreadas con pigmentos de ADN creativo y polvo cósmico. Ideas íntimas, sentidas y bonitas, algunas veces esclarecedoras, y otras, sobrecogedoras. Habla planetaria no fue un plan. Ha sido un propósito vital que descubrimos en ruta. Empezó en un camino iniciático por el sur de Francia. Viajó hasta la Peña de Arias Montano, en el sur de España, concluyendo en la casa de Plata, el templo de Munae, un retiro donde rescatar el cuidado naufragado de nuestra prisa.Nuestra colaboración empezó con Lengua verde. Una de esas canciones con duende. La música nació antes que la letra, aunque ya eran destino. Recuerdo cómo iba paseando por la pradera que todo lo ve, con la mirada desenfocada, percibiendo que la alfombra verde sobre la que caminaba se despegaba del suelo con la forma de una gigantesca lengua. Daba la impresión de tener ganas de decirme algo, inspirada por lo sagrado de aquel jardín salvaje. Generando una ola con su extremo puntiagudo, la legua de hierba llegaba tan alto que tocaba el cielo. En ese instante, me pareció que la Tierra metía su lengua y su voz en la copa del santo grial, en el origen de lo que empaqueta la energía, dándole forma a nuestra existencia. Así nacieron sus tres primeras frases: “Soy la lengua verde, mojada en el grial, estrellas y montañas como hermanas”, sentía lo valioso de las montañas como el sostén de nuestras posibilidades de aprendizaje en este mundo, como antenas enchufadas hacia el cielo, descargando la luz de las estrellas a través de sus faldas. Me invadió la sensación de portar un aviso de máxima apreciación y consideración por nuestro entorno. Un mensaje de unidad. Ese mensaje tenía que encontrar transporte. Y ese vehículo fue la magnética música de Andrés Ama. Muchas gracias a él y a la naturaleza por esta oportunidad creativa y del todo conectada. Y un precioso agradecimiento de nuestra parte a Mónica de Nut, por su colaboración en la introducción de Lengua verde.